sábado, 12 de agosto de 2023

Subte acaviarados

El tiempo cual ritual eterno

Agoniza en las noches agonizantes

las calles blasfeman  regodeados de cemento y gritan palabras 

gritan premuras en el tiempo todo evoluciona 

y el viento silva divierte y escucha tiempos e instantes turbios

subterraneos acaviarados murcielagos muertos 

aletean velozmente como predadores de ideales bañados de diversión y lamento

cuando su opulencia escondida

se flagela y se burlan de los necesitados

bajan a las cuevas vestidos de noches errantes cubiertos de madrugada

subtes acaviarados

comerciantes de anhelos 

señalan mutismo incierto entre faroles y plazas

Desgarren entonces sus vestiduras

 y vean la piel  de lobo esconder el oro que habita en ellos

lloran lamentos

mientras que al amanecer el subterráneo acaviarado vuelve y reposa

en la blanda cama y pálidas sabanas de seda, mientras que la pobreza marchita se cubre con periódicos

vomitados de política y nutrida de  esperanza

dormitando

entre bares, pistas, cerros y sembríos

alucinado 

un estoico amanecer.

subterráneos acaviarados o subte acaviarados

zombis negociables

Manto que cubre cual ave perdida la humanidad

sedientos de fe 

engullendo el gris pavimento

retorciendo palabras amalgamando el alma

en la tibia esperanza hecha olvido 

contando 1,2,3 se arrastra la humanidad cual zombis negociables

y errantes entre murmullos de pensamientos

se pierden en laberínticas formas

ataviados en el  el exilio de ideas.

Zombis negociables grita el gris cielo y en procesión, 

en mansedumbre infinita sucumben a la idea política

sin importar la causa, solo el brillo dorado de un tintineante metal

cual inofensivo niño aferrado al arrullo maternal 

gimen, vociferan y acechan el ideal de pobreza

subtes acaviarados que mimán el metal

como  pan que los alimentan 

ansian volar con alas negras hacia la vida, sin vida 

cual subterráneos acaviarados  

cual subte acaviarados que  gimen pobrezas

creando víboras de poder aferrados al metal que compra almas

 mentiras y tristezas, cual desesperado

corazón sin latir, sin subterránea luz,

que  habitan al galope as frías en las agazapadas noches de Lima.