CAFE
En un remolino de café se siembra mi vida
cada sorbo que bebo seduce a la desdicha.
Su color sombra se vuelve mi amigo,
emanando aire sin brisa.
Vierto sus granos a la luna sin pena
y se refugia el aullido herido
de un alma acompasada.
Que rasgo vez en mi razón que se ahoga
en el silencio más efímero.
Amargo sabor que embriaga
mis sentidos, desbordando polvo de azúcar
en mi camino.
¡Dame tus labios esquivos!
Suavízalos tiñendo de rojo
el brillo oscuro de mi piel, para luego agitar el ramaje
incesante de este impío ser.
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