Mancilladas
manos,
suspiran sangrantes
cometas,
y negros ocasos de erráticos movimientos,
sedientos de
nocturnas constelaciones,
aletargados
en sueños de metal.
Plataforma
vertical sin sentido,
sin vidas,
sin
nostalgias,
arroja… las
orquídeas,
el musgo y
el abismo.
Las
estrellas negras siguen girando,
siguen
cayendo
en mares de
fuegos,
entre tenue luz envuelto en vinagre pálido,
que muerde y
desgarra al tibio aire,
Y expira
quebrados mutismos.
Que calle el
mundo
y se extinga
el sol,
que la
mutilada luna se torne cuerpo
y muera mil veces,
que sienta,
que
mendigue,
que sueñe y
llore,
dejando de
contemplar a la insípida humanidad
Y herida
cual
doloroso ser,
beba de su
libre albedrío,
revolcándose
en pueriles deseos.
Que la tierra se abra y suspire.
Que nos
trague y escupa
sintiendo el
matiz susurrante de este impío ser,
relamer
nuestras raíces,
extrayendo
su frutal esencia,
convertido
en el vértigo,
que doblega
sin reparo,
la
hambrienta y lúgubre alma.
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