No soy vaivén de olas,
ni el gris que nace en la perpetuidad.
Soy cruz que acuña
caminos,
aunque solo polvo encuentre al transitar.
Pregunten al águila quien vuela más alto
y en su nido te ha de cobijar.
Yo guió mi calma entre insectos alados
y me ato tras el cruel huracán.
Las urracas roban mis palabras
y ondulantes caen en el viejo coral.
Cara y sello
entonan un canto,
nutriéndose de verde manjar.
Deja que exhale migajas de ideas,
sin dejar de
lamentar,
Marcando con
esmaltes dorados,
ramas y pantanal.
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